La huella de la sociedad victoriana en The Island of Doctor Moreau (1896) y The Island of Lost Souls (1932)

Dra. María Ángeles Chaparro Domínguez (Universidad Rey Juan Carlos) *

The Island of Doctor Moreau (1896) es una de las novelas más populares de Herbert George Wells. Eso explica que haya sido llevada al cine en diferentes ocasiones, la primera de ellas en 1932, gracias a Erle C. Kenton. En el presente trabajo estudiaremos ambas obras, la novela y la película, con el fin de encontrar las huellas que dejó la sociedad victoriana en ellas, una sociedad que estaba dando sus últimos coletazos cuando Wells publicó su novela.

Las adaptaciones cinematográficas pocas veces son fieles reflejos de las obras a las que deben su origen. Estas diferencias, en la mayoría de las ocasiones, suelen acentuarse de manera proporcional al número de años que separan ambas obras de arte. El motivo no es otro que las acusadas diferencias existentes entre el contexto histórico en que se escribió la obra y el contexto en el que se filmó la cinta. Además, a esto debemos unir la voluntad y la creatividad del director de cine, que en muchas ocasiones intenta transmitir con su película un mensaje completamente distinto al que trasladó en su libro el escritor original.

En el trabajo que nos ocupa, estudiaremos The Island of Dr. Moreau, la popular novela del escritor Herbert George Wells, publicada en 1896, que fue llevada al cine por primera vez en 1932 [1], con el título The Island of Lost Souls, por el director Erle C. Kenton. Observaremos si los valores victorianos de la sociedad en la que vivía Wells se reflejan en la obra y si sucedió del mismo modo en la película.

Nuestra hipótesis de partida es que, al ser la obra de Wells una novela de la última etapa de la época victoriana, resulta muy probable que se acerque más a los valores del fin de siglo, del Decadentismo abanderado por Oscar Wilde, que a los pertenecientes a la sociedad victoriana más pura. En el caso de la película de Kenton, nuestra hipótesis es que, al ser una cinta de Estados Unidos y separada en el tiempo por casi cuarenta años de la novela, no hallaremos en ella ninguna huella de los valores de la época victoriana.

1. Principales rasgos de la sociedad victoriana

La era victoriana fue para los británicos una confluencia de oportunidades históricas. Durante sesenta años (1837-1901) se reunieron, de manera excepcional, una serie de factores favorables cuya mezcolanza aseguró al país un poderío incontestable, una enorme confianza en sí mismo y un prestigio nacional que jamás volverán a encontrar. Estos factores fueron la primacía técnica, la preeminencia industrial, financiera y comercial, la estabilidad política e institucional, la superioridad marítima de su marina de guerra y mercante, los recursos de su inmenso Imperio y el optimismo de una nación en pleno dinamismo (De La Torre, 1997: 51).

Los especialistas dividen la era victoriana en tres etapas: los primeros años, periodo de estabilización del sistema, que comprende entre 1837 y 1850; la plenitud de los años medios, que abarcan el periodo existente entre 1850 y 1874, y los años tardíos de las incertidumbres, que se extienden de 1874 hasta la muerte de la Reina Victoria, en 1901 (Ibíd.: 9). Aunque la novela de Wells apareció en la última etapa, vamos a dar a continuación unas pinceladas de lo que fueron los valores generales de la época victoriana, para después referirnos a lo que sucedió en esta última fase de los años tardíos.

El conjunto de valores victorianos se podrían calificar de “puritanos” (Charlot y Marx, 1993: 21). Destacan el espíritu ahorrativo, el afán de trabajo, la extremada importancia otorgada a la moralidad, una adecuada atención a los deberes de la fe y un escrupuloso respeto por el descanso dominical (Ibíd.: 21-22). La religión, de hecho, era nuclear en la sociedad.

Religion was at the centre of middle-class lifestyles. […] Regular church -or chapel- going was universal among the middle classes, often to two or three services each Sunday; not to attend was scandalous or bohemian. It was vital to build a church or chapel on a new housing development, as an early priority, to ensure its respectable and middle-class character (Thomspon, 1988: 251).

Trabajo, religión y familia eran los grandes valores de la época. En este último caso, la preponderancia masculina estaba sólidamente establecida y la mujer quedaba relegada a ser el “ángel del hogar” (Bédarrida, 1988: 39).

Asimismo, la sociedad victoriana vinculaba la pereza con los excesos y la pobreza con el vicio, cuya repulsión se traduce en el gran tabú de la época: el sexo (Charlot y Marx, 1993: 22). De ese modo, se reprobaban las “bajas pasiones” y el carácter “animal” de la carne, lo que provocaba que la castidad se convirtiese en una virtud cardinal (Bédarida, 1988: 38). Por todo ello, nuestro escritor H. G. Wells criticó en más de una ocasión duramente la sociedad en la que le tocó vivir.

H.G. Wells, for instance, in 1911 described “the Victorian epoch” as “a hasty, trial experiment, a gigantic experiment of the most slovenly and wasteful kind”.”Will anyone, a hundred years from now, consent to live in the houses the Victorians built”, he asked, “travel by their roads or railways, value the furnishings they made to live among or esteem, except for curious or historical reasons, their prevalent art and the clipped and limited literature that satisfied their souls?” Victorian people were “restricted and undisciplined, overtaken by power, by possessions and great new freedoms, and unable to make any civilized use of them whatever” (Briggs, 1954: 11 [2]).

Un último apunte en esta sociedad victoriana merecen los notables avances científicos que se produjeron en su seno, entre los que destaca la publicación de La evolución de las especies de Charles Darwin en 1859. La sociedad victoriana, pese a su arraigado sentimiento religioso, tenía una gran sed de conocimiento (Charlot y Marx, 1993: 22), lo que provocaba que en esos años existiese un gran debate entre la posible incompatibilidad entre las respuestas que ofrecía la ciencia y la fe (Bédarida, 1988: 60).

En cuanto a los años tardíos de la época victoriana, comenzó a producirse un cambio profundo en la sociedad, que se manifestó en el retroceso de las iglesias, como instituciones que regulaban la existencia colectiva, y en la transformación de la vida familiar, como consecuencia de una restricción voluntaria de los nacimientos, lo que permitirá que se vaya conformando una nueva mujer (De la Torre, 1997: 45-46).

En cuanto a la homosexualidad, que estaba muy mal vista en la sociedad victoriana, en ese último periodo de finales de siglo se produjo un cambio acusado en su percepción.

Late Victorian newspapers, court cases, science and fiction were important in the genesis and consolidation of modern ideas of ‘homosexual’ identity. In their work on these fields scholars have elaborated and modified Michel Foucault’s famous assertion that the period saw the emergence of the homosexual as ‘a species’ and set in chain the binary heterosexual/homosexual logic of desire with maintains its power today (Cook, 2003: 7).

Durante la última década del siglo XIX, mientras empezaba a notarse cierta impaciencia frente a las reglas y prohibiciones victorianas, el gusto por lo nuevo alcanzaba esferas cada vez más amplias, tal y como da testimonio de ello H. G. Wells, típico representante de la pequeña burguesía (Bédarida, 1988: 98). Todo ello explica el nacimiento de la atmósfera bautizada como “fin de siglo”.

Más allá de las apariencias de frivolidad y de manierismo de la expresión, se buscan las emociones elevadas y refinadas que solamente el arte puede dar, a fin de escapar al aburrimiento de la sociedad bien pensante. Es, pues, paralelamente a la renovación de las utopías colectivas -del que el despertar socialista es uno de sus signos-, una revuelta estética en la forma de un individualismo sediento de libertad y de belleza. […] El enemigo común son siempre los burgueses, el simplismo utilitario, el filisterismo (Ibíd.: 97).

Es precisamente en este contexto, en esta atmósfera, donde podemos enmarcar a Wells, uno de los padres de la ciencia ficción, con obras tan conocidas como La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1897) o La guerra de los mundos (1898). Muy implicado con la sociedad de su tiempo y, como hemos visto, muy crítico con la hipocresía y rigidez victoriana, también publicó novelas sociales como Ann Veronica (1909), donde defiende los derechos de la mujer, o Tono Bungay (1909), una crítica feroz contra el capitalismo.

2. La presencia de la sociedad victoriana en la obra de Wells

The island of Doctor Moreau cuenta la historia de Edward Prendick, un joven británico de buena familia que tras un naufragio en medio del Pacífico llega a una isla donde el doctor Moreau, un científico expulsado de Gran Bretaña por sus controvertidos experimentos, practica la vivisección en animales para convertirlos en personas. Tras casi un año en la isla, Prendick consigue escapar de allí y llegar a Londres, donde decide no contar qué le ha pasado por miedo a que le tomen por loco.

La novela está impregnada de diferentes valores imperantes en la época victoriana, algo que no ha de causarnos extrañeza puesto que, como ya hemos indicado, la obra se publicó en 1896. Uno de estos valores es la familia.

Tal vez habría podido clamar a la opinión pública abandonando sus investigaciones, pero al parecer optó por estas últimas, como habría hecho la mayoría de las personas que han sucumbido al irresistible hechizo de la investigación. Era soltero, por lo que sólo debía pensar en sus propios intereses (Wells, 2010: 45-46).

Dejando a un lado el hechizo de la ciencia, al que nos referiremos más adelante, observamos cómo en la cita de la novela, que habla del doctor Moreau, aparece el concepto de responsabilidad ligado de forma inherente a la familia. Es decir, sólo puedes velar por tus propios interesantes, si no tienes mujer e hijos, pues, de lo contrario, se consideraría un comportamiento egoísta e irresponsable.

Otro valor victoriano presente en la novela es el concepto de utilidad. Tras descubrir las crueles investigaciones de Moreau en la isla, Prendick queda horrorizado y reflexiona sobre la “absoluta inutilidad de todo lo que sucedía en aquella isla” (Ibíd.: 124). En el apartado anterior hemos observado cómo la sociedad victoriana era completamente pragmática, repudiando la pereza y la holgazanería. En esa línea podemos situar esta reflexión sobre la inutilidad de la obra de Moreau reflejada por Wells en su texto.

La religión es una pieza clave en la novela, principalmente porque Moreau ha sido considerado por muchos críticos como un dios, un demiurgo creador, por su relación con las bestias de la isla (Murray, 1990: 92; Haynes, 2003: 14) [3]. Sin abandonar el concepto de religión en la novela, pero dejando a un lado los valores demiúrgicos de Moreau, observamos cómo la religión católica llega hasta aquella isla perdida en medio del Pacífico, en boca del doctor.

Soy un hombre muy religioso, Prendick, como ha de ser todo hombre en su sano juicio. Puede que yo crea haber visto más caminos del Hacer que usted, porque he seguidos Sus leyes, a “mi manera”, durante toda mi vida, mientras que usted, según tengo entendido, se ha dedicado a coleccionar mariposas (Wells, 2010: 96).

A pesar de estar impregnada por diferentes valores victorianos, la novela de Wells recoge diferentes críticas respecto a aquella sociedad, estableciendo paralelismos entre las grotescas bestias que poblaban la isla y los habitantes de Londres.

Cuando veía a una de las torpes criaturas bovinas que arrastraban la lancha pisoteando la maleza, me preguntaba, haciendo grandes esfuerzos por recordar, en qué diferían de un patán cualquiera que volvía a casa tras su jornada de trabajo; o cuando me encontraba con la Osa-Zorra, de rostro astuto e ingenio curiosamente humano, tenía la sensación de haberla visto antes en algún callejón de la ciudad (Ibíd.: 109-110).

No lograba quitarme de la cabeza la idea de que los hombres y mujeres que conocía eran otros monstruos pasablemente humanos, animales con forma de persona, y que en cualquier momento podían comenzar a transformarse, a mostrar este o aquel síntoma de su naturaleza bestial (Ibíd.: 169).

Caminaba por las calles para combatir mi alucinación: mujeres entrometidas me acosaban con sus gritos, hombres furtivos y voraces me miraban con envidia […]. Entonces me refugiaba en una capilla, e incluso allí -tal era mi desasosiego- me parecía que el cura farfullaba las mismas incongruencias que el Hombre Mono; o en una biblioteca, donde aquellos rostros concentrados en los libros parecían fieras al acecho (Ibíd.: 170-171).

Observamos cómo Wells demuestra que Londres no es más que otra jungla, habitada por bestias. Además de esta crítica, que podríamos calificar de indirecta, al estar escondida bajo un símil, encontramos otra a la sociedad victoriana, en este caso directa, en boca de Montgomery.

-¡Este estúpido mundo!- dijo-. ¡Qué complicado es todo! No he vivido hasta ahora. Me pregunto cuándo empezaré. Dieciséis años tiranizado por niñeras y maestros de escuela, sometido a su santa voluntad; cinco años en Londres estudiando medicina con ahínco: mala comida, alojamientos miserables, ropas raídas, vicios lamentables. Jamás he conocido nada mejor (Ibíd.: 138).

Por último, nos queremos detener en un punto nuclear de la novela: la ciencia. Wells lanza un mensaje cristalino en su obra, que no es otro que la necesidad de que la ciencia tenga siempre una dimensión ética, para que nunca sucedan las barbaridades que tienen lugar en la isla. Hemos visto cómo la sociedad victoriana estaba fascinada por el progreso y, por ende, por los avances científicos. Además, como ya hemos indicado, en ese periodo se publicó El origen de las especies, lo que explica que la idea del evolucionismo esté presente en la novela, con una fuerte carga crítica.

Wells is implicitly questioning the complacent assumption that evolution inevitably leads to progress. He is reminding the reader of man’s bestial origins, of the veneer of civilization masking his inherent animality. […] This insistence that “humanity is but animal roughhewn to a reasonable shape and in perpetual internal conflict between instinct and injunction” [4] was unusual for a work published at the climax of the Victorian age but wholly characteristic of Wells and consistent with his training and beliefs. Its implicit pessimism was in marked contrast to the facile optimism of the period (Hammond, 1993: 33).

Esta importancia de la dimensión ética de la ciencia la abandera en la novela Prendick, quien dice a Moreau que los experimentos que está llevando a cabo en la isla son una “aberración” (Wells, 2010: 97).

Por otro lado, sin abandonar la ciencia, observamos cómo se produce una especie de solapamiento entre la figura del científico y la del esteta, tan recurrente en el fin de siglo, puesto que Moreau se ve a sí mismo como un artista y a sus animales, como sus obras de arte. En las motivaciones de Moreau existe una especie de diletantismo en su aproximación a la ciencia.

Las criaturas que usted [Prendick] ha visto son animales viviseccionados y vueltos a esculpir para darles nuevas formas. A ello, al estudio de la plasticidad de las formas vivas, he dedicado mi vida. […] ¿Será posible esto o será posible aquello? No se imagina lo que esto significa para un investigador, la pasión intelectual que crece en él. No se imagina el extraño deleite que estos deseos intelectuales producen (Ibíd.: 92 y 97).

Este retrato del científico-esteta no puede hacernos creer que Wells olvida en su novela a otros tipos de científicos, pues Prendick y Montgomery son también hombres de ciencia, muy distintos a Moreau. Resulta interesante tener una visión de conjunto de los tres.

There are two other scientists in this novel, the ineffectual drunkard Montgomery and the neglected narrator Prendick. Each of these amplifies or complements aspects of Moreu’s character and thus contributes to the representation of the scientist wich Welss was evolving at this stage of his writing (Haynes, 2003: 13).

3. La película de Kenton y los valores victorianos

La obra de Wells fue llevada al cine por primera vez, curiosamente, en Estados Unidos, no en el Reino Unido, en 1932, con el título The Islands of Lost Souls, producida por Paramount Pictures [5]. Su director, Erle C. Kenton [6], se topó con serios problemas para poder estrenar la cinta, pues fue prohibida por la British Board of Film Censors en tres ocasiones (1933, 1951 y 1957) debido a las escenas de vivisección que aparecían en la cinta. Finalmente, se estrenó el 9 de julio de 1958 con la etiqueta X-certificate, que prohibía su visionado a los menores de dieciséis años (Robertson, 1989: 55-57).

Según parece, Wells se mostró muy decepcionado con el resultado final de Kenton, ya que pensaba que el director no había sabido plasmar en la cinta la profunda filosofía que se extrae de la novela, dando relevancia únicamente a los elementos de terror de la historia (McHugh, 2006; Smith, 2002 [7]). No es de extrañar el enfado de Wells, ya que la película recoge una serie de cambios notables respecto al libro, que varían sustancialmente su significado [8]. En primer lugar, el título de la cinta es diferente (The Island of Lost Souls), tratando de dar un tinte terrorífico a la historia, con almas perdidas que vagan por una isla. El nombre del protagonista, mejor dicho, el apellido, también es distinto (Edward Prendick se llama en la novela Edward Parker).

Imaginamos que el cambio en el apellido intenta justificar que el personaje de la cinta es distinto al del libro ya que en la película aparece que está prometido, algo que no sucedía en la novela. La forma de narrar la historia también es diferente. En la novela, el sobrino de Prendick nos explica que ha encontrado un manuscrito escrito por su tío, ya fallecido, donde éste habla de su experiencia en una isla. El sobrino decide publicar el manuscrito, que es la historia de Prendick. En la cinta, en cambio, esta fórmula quijotesca desaparece y empezamos directamente en el mar, cuando un barco salva a Prendick, a punto de morir en su bote salvavidas.

Sin duda, los cambios más destacados, que desvirtúan el mensaje de la novela en la cinta, tienen que ver con la aparición de nuevos personajes, en concreto, de mujeres. En la película aparecen Ruth Thomas, la prometida de Prendick y, Lota, la mujer pantera. La incursión de ambas intenta satisfacer al espectador que va al cine esperando encontrar en la pantalla, al menos, una historia de amor, en la que poder sentirse identificado de algún modo.

En el libro no aparece ni una sola mujer, a excepción de las bestias hembras, que en ningún caso tienen la voluptuosidad y perfección humana de la mujer pantera de Kenton. Mención especial merece el último experimento de Moreau, la pantera, que él quiere convertir en una auténtica mujer. Este ser femenino a medio hacer, viviseccionado, podría representar un erotismo futuro en la isla, pues encarnaría la mujer fatal, muy temida en el fin de siglo, tanto por los burgueses como por los estetas. El erotismo latente de la novela por medio de esta figura se transforma en algo palpable en la cinta de Kenton gracias a Lota.

Por medio de Ruth Thomas y Lota, Kenton consigue rozar lo dantesco al plantear, en la boca de Moreau, que mantengan relaciones sexuales Prendick con la mujer pantera, en un primer momento, y después Ruth Thomas con una de las bestias, con el fin de conseguir el éxito absoluto de su experimento, al cruzar a un hombre o mujer con una de sus bestias humanizadas, logrando así una nueva criatura. Reiteramos que resulta una ocurrencia dantesca, que jamás apareció en la obra de Wells.

Otro de los grandes cambios que separan la producción de Kenton de la novela es el final, pues mientras que en la cinta los dos prometidos consiguen huir felizmente de la isla, donde Prendick sólo pasa varios días, sin llegar a vivir con las bestias ni tener que matar a ninguna de ellas, en el libro el protagonista estará once meses en la isla, la mayor parte de ellos viviendo con las bestias, en un permanente estado de tensión, que Wells consigue trasladar al lector.

Por todo lo explicado hasta el momento, apenas encontramos rasgos de la sociedad victoriana en la cinta, principalmente porque estamos ante una adaptación muy libre de la novela, que se limita a buscar el morbo con el fin de atraer a un espectador simple y, sobre todo, porque el contexto histórico de Estados Unidos en 1932 era muy distinto al de los años tardíos de la época victoriana que se vivía en 1896, cuando Wells publicó su obra.

Sin embargo, sí que aparecen algunos vestigios victorianos, más concretamente, finiseculares. En primer lugar, la prometida de Prendick podría encarnar la nueva mujer que empieza a ganar terreno en el fin de siglo, a la que ya nos hemos referido en el primer punto del presente trabajo. Ruth Thomas es una joven decidida y valiente, que no duda en cruzar el Pacífico a bordo de un barco para ir a salvar a su prometido, pese a que todo apunta a que podría estar muerto.

Otro vestigio finisecular lo encontramos en el personaje del doctor Moreau. En la cinta, su apariencia es la de un auténtico dandi, con el pelo negro engominado, con traje de chaqueta y pantalón blanco, corbata, sombrero y perilla, un hombre maduro muy refinado y afeminado. En la novela, en cambio, el doctor Moreau se acerca a los setenta años de edad, lo que explica su gran mata de pelo blanco (Wells, 2010: 35). Como ocurría en la novela, Moreau concibe sus experimentos con aire diletante, como si estuviera creando auténticas obras de arte.

4. Conclusiones

A lo largo de este trabajo hemos observado cómo The island of Doctor Moreau, al ser una novela finisecular, está impregnada, por un lado, de valores típicos de la era victoriana, como son la familia, la religión o el concepto de utilidad y, por otro, recoge una serie de críticas a la sociedad de aquella época, enmarcadas en el Decadentismo de aquel periodo. De ella destaca, principalmente, su lado animal.

El mensaje de la novela es un claro alegato en favor de la dimensión ética de la ciencia, tratando de poner en tela de juicio la idea de progreso que obnubilaba a la sociedad británica de entonces. Wells, además, refleja a través del doctor Moreau la figura del esteta, por encima de la sociedad y completamente convencido del valor de su arte.

Observamos, por tanto, cómo una de nuestras hipótesis de partida, que preveía una mayor presencia en la novela de los rasgos decadentistas que de los victorianos puros no se cumple de manera completa, ya que podríamos decir que la presencia de ambos resulta equilibrada.

En cuanto a The Island of Lost Souls, la cinta de Kenton es una adaptación muy libre de la novela de Wells, con demasiados cambios respecto al original. El director decide dar importancia a las relaciones entre mujeres y hombres (o bestias humanizadas) en detrimento de la carga filosófica que transmite la obra original. Se centra, por tanto, en el morbo para satisfacer a un espectador irreflexivo.

La hipótesis que nos planteamos en un comienzo respecto a la obra de Kenton no se ha cumplido tampoco de manera completa, pues pensábamos que en la película no hallaríamos ninguna huella de la sociedad victoriana. Hemos visto cómo aparece la nueva mujer británica de finales de siglo, encarnada por Ruth Thomas, y la figura del dandi y su aire diletante, en el personaje del doctor Moreau.

Podemos concluir, por tanto, que la sociedad victoriana, bien sea a través de sus valores más puros o bien a través de valores decadentes finiseculares, se halla presente en ambas obras, aunque en mayor medida en la novela de Wells pues la cinta de Kenton se rodó en Estados Unidos casi cuarenta años después de la muerte de la Reina Victoria.

Notas

[1] Posteriormente, la película se ha llevado al cine en dos ocasiones: en 1977, dirigida por Don Taylor y con Burt Lancaster en el papel del doctor Moreau, y en 1996, dirigida por John Frankenheimer y con Marlon Brando como doctor Moreau. En ambos casos, el título de la película fue el mismo que el de la novela de Wells.
[2] Asa Briggs extrajo las declaraciones de Wells de The New Machiavelli (1911), Bk. I.
[3] Además de a Dios, para Brian Murray el doctor Moreau representa a la naturaleza, al mismo tiempo que puede ser considerado, de alguna manera, un precedente de los científicos nazis: “Moreau is, perhaps, a symbol for the world of Nature that Wells consistently portrays as more vicious tan benign. […] He is, arguably, God -or, more precisely, a bitterly satirical portrayal of God as invented by primitive peoples accustomed to rough paternalistic rule an kept alive in certain texts and myths of fundamentalist Christianity. […] Given his cruel and dubious experimentations, Moreau can also be viewed as Wells’s indictment of stark, relentless, selfish ambition -an indictment that of course remains relevant in the wake of the evil investigations of Josef Mengele and his fellow Nazi doctors” (Murray, 1990: 92). R. D, Haynes, por su parte, ve en Moreau, además de a un dios, la personificación de la arrogancia de la ciencia: “Moreau represents in heightened form some of the most attractive qualities associated with the scientist. […] In part this is achieved by implicit references to earlier literary stereotypes of the scientist, in particular to the tradition of the alchemist, to Frankenstein and, by extension, to the images of God the Creator in the Bible. […] Moreau functions as an allegorical representation of the arrogance of science, regarding itself as exempt from the responsibilities imposed of the rest of society” (Haynes, 2003: 14 y 17).
[4] Hammond extrajo esta cita del prefacio del Vol. II de la edición de la novela de Wells Atlantic Edition (Unwin, 1924).
[5] Los especialistas no se ponen de acuerdo en si esta película data de 1932 o de 1933. Nosotros, siguiendo a la prestigiosa plataforma cinematográfica online IMDB, hemos optado por la primera fecha (http://www.imdb.com/title/tt0024188/).
[6] Las películas mejor valoradas por crítica y público de Kenton son Pardon My Sarong (1942) y Who Done It? (1942), con Bud Abbot y Lou Costello (http://www.imdb.com/name/nm0448915/bio).
[7] Nos ha resultado imposible encontrar los números de página de estas dos citas puesto que el artículo y el libro a los que se refieren sólo están disponibles de forma parcial en la red, gracias a la herramienta de Google Scholar. No hemos conseguido localizarlos en ninguna biblioteca madrileña, incluida la Biblioteca Nacional. La consulta completa a través de la red suponía un desembolso de unos cincuenta dólares en total, pago que se excedía de las dimensiones de este tímido estudio.
[8] Son muchos los cambios que añade Kenton a su cinta. Por ello, sólo nos referiremos a los que consideramos más importantes.

Bibliografía citada

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BRIGGS, Asa, Victorian people. Some reassessments of people, institutions, ideas and events. 1851-1867, Odhams Pr., London, 1954.
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HAYNES, R. D. “The Unholy Alliance of Science in The Island of Doctor Moreau, en PARTINGTON, J. S. (ed.), The Wellsian: Essays of H. G. Wells 1976-2003, Equilibris Press, Oss (Holanda), 2003, pp. 13-24.
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http//www.imdb.com/title/tt0024188/ [fecha de consulta: 02/05/2011].
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WELLS, H. G., La isla del Dr. Moreau, Alianza Editorial, Madrid, 2010.

* © María Ángeles Chaparro Domínguez 2011 - marianchaparro@gmail.com
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid